· 

1917. Femeninas. Magda Donato, sus orígenes como periodista. En el colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos.

Es en enero de 1917 cuando empezamos a ver las primeros escritos de Magda Donato en el prestigioso periódico El Imparcial.

 

Sorprende que, pese a su juventud (sólo tiene 18 años,  cumplirá los 19 en febrero) y a no conocérsele currículum previo, posea una columna propia denominada "Femeninas". En ella ya firma con el seudónimo de Magda Donato, con el que oculta su verdadero nombre, Carmen Eva Nelken Mamsberger. Nadie puede decir que no sea una joven prometedora y decidida. Pero lo único que sabemos de ella hasta entonces es que de familia acomodada, pues se su padre poseía una joyería-relojería en la Puerta del Sol nº 15. También que su familia es atípica: es judía de religión y de distinta procedencia u origen, padre alemán y madre francesa-húngaro. Los Nelken están asentados en Madrid desde el 1894, fecha en la que nace la primera de sus hijas Margarita, la que será en la II República diputada por el Partido Socialista. Nuestra Carmen Eva nacerá en 1898. Las dos hermanas recibieron una educación esmerada con profesores particulares en su domicilio de la calle de Alcalá y obtendrán el bachillerato en convocatoria libre. 

 

La familia veraneará en Francia por lo que las hermanas dominan el francés y el alemán plenamente. En 1915 su hermana Margarita tendrá una hija de soltera con 20 años. La niña será reconocida como Magdalena Nelken. El nombre de su sobrina es el origen del seudónimo que adoptará nuestra Magda Donato. La hermana mayor también hace periodismo y crítica de arte desde los 18 años en diversos periódicos y revistas. La precocidad y las dotes intelectuales de las dos hermanas es innegable, pero posiblemente tienen además algún padrino que las protege, porque en estos años de la Primera Guerra Mundial se mueven con gran éxito en círculos donde la mujer es todavía una "rara avis".

 

Para prueba, la fotografía que adjunto del 15 de marzo de 1917. Es un retrato colectivo de los asistentes al primer banquete para conmemorar el 50 aniversario de la fundación del periódico El Imparcial que se celebró en el Hotel Ritz. Al evento fueron invitados los directores de todos los periódicos de Madrid y los presidentes de las Asociaciones de la Prensa de la capital y de las diferentes provincias. También están invitados los redactores y colaboradores del periódico y, entre ellos, las dos únicas mujeres del acto, las señoritas Magda Donato y Matilde Muñoz, a las que se les llama "colaboradoras". Las dos aparecen un poco abrumadas entre tantos caballeros con traje y bigote.

 

En el testero del fondo del salón se hallaba colocado un gran retrato del ilustre fundador de “El Imparcial”, D. Eduardo Gasset y Artime. Ocupó la presidencia el director de “El Imparcial”, D. Félix Lorenzo. También estuvieron el ministro de Fomento, D. Rafael Gasset; sus hermanos D. Eduardo y D. Ramón Gasset; el gerente de “El Imparcial”, D. Ricardo Gasset; y el anterior director D. Luis López Ballesteros.

Para aportar algo más de contexto histórico, debo mencionar que desde de siglo, la cultura de la prensa escrita entre las mujeres se había disparado. Entre el aumento de la alfabetización y la disminución de los costes de impresión, y el deseo de difundir conocimientos e ideas, la cantidad de mujeres que se incorporaron al periodismo y fundaron periódicos y revistas cambió el panorama de un campo predominantemente masculino. Aún así, esto no quiere decir que las mujeres no siguieran marginadas en este oficio. Pero el potencial de las lectoras (y de los ingresos que éstas generaban), hizo que la mayoría de los periódicos contrataran a mujeres para escribir "columnas femeninas" centradas en cuestiones domésticas como el cuidado de los niños, la moda, la cocina, etc... Esta era la función de Donato y su columna Femeninas. Matilde Muñoz, algo más mayor que Magda (tiene en esta foto 23 años), posee un doctorado en Filosofía y Letras y había heredado el puesto de su padre en El Imparcial como crítica musical.

 

 

Los primeros artículos de Magda Donato son triviales, sobre cómo ha de estar puesta una mesa, moda infantil y femenina,... "asuntos" que en la época se suponen "apropiados" a su sexo. A todos estos artículos pretende darles su toque personal, su originalidad. De hecho, el primero del que tenemos constancia del 4 de enero de 1917 se atreve a dar consejos sobre hacia dónde debe ir la moda femenina: "toda mujer elegante debe seguirla; pero me parece que no es menester para ello abdicar toda personalidad". Y el de 15 de enero de 1917, en el artículo que va sobre los disfraces de Carnaval, pide a sus lectoras que sean atrevidas y rompedoras "Novedad, fantasía, originalidad; tres cualidades indispensables a los disfraces. No hay más remedio, señoras: tenemos que cavilar y rompernos la cabeza." Ambas afirmaciones parecen declaraciones de intenciones de lo que ha de ser su trabajo de una de las periodistas más jóvenes y con ganas de hacerse notar: elegancia, personalidad y originalidad.

 

Destaco en la foto adjunta, el artículo del 6 de junio que, con motivo de la llegada del verano, ya desliza también algunas recomendaciones avanzadas a su época ("modernidad") sobre cómo han de ser los trajes de baño femeninos. A sus consejos prácticos y estilosos se le añaden apreciaciones de mujer joven y de pensamiento adelantado. Apuesta por una moda de baño que se aleje de la de sus "abuelas" y que combine la sencillez, la elegancia y la utilidad. Se decanta especialmente por el maillot.

 

Nada hace pensar que su línea editorial en el periódico se desvíe de este tipo de artículos dedicado a mujeres estilosas. Aunque es evidente que cada vez sus colaboraciones son más extensas y que se le queda corto los triviales y supuestos asuntos femeninos. Y así, en verano, aprovechando su estancia en Segovia, de vuelta de su viaje por la costa cantábrica, visita el taller del pintor Zuloaga (9 de septiembre) al que entrevista junto a su familia. Es el anuncio de un nuevo género periodístico en el que se empleará con gran soltura: la entrevista. También se le ve interesada por la educación de los niños y las instituciones que de forma privada están poniendo en marcha nuevos métodos. No se limita hablar de oídas, sino que prefiere visitar directamente las instalaciones. Describir los espacios y las condiciones y entrevistar a quienes los dirigen.

 

La primera visita a una institución es del día 18 de septiembre a la Residencia de Estudiantes femenina que en octubre iniciará su andadura con María de Maeztu como directora. Este proyecto de escuela moderna elitista para niñas entre 4 y 16 años, situado en la calle Miguel Ángel de Madrid, cumple con sus expectativas, aunque no parece muy impresionada. Más hondo calado le deja la visita que realiza en noviembre de 1917 al Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos. Magda Donato nos sorprende con su primer reportaje de investigación social. Por primera vez podemos ver como esta "colaboradora" utiliza su tribuna dentro de un periódico tradicional para cuestionar realidades sociales y pedir cambios. 

 

Desconocemos porqué realiza la primera visita a las instalaciones del Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos, situada en el paseo de la Castellana 61. Sea por encargo del periódico o por iniciativa propia, el resultado es que, tal vez por primera vez, su columna tiene un eco más allá de las destinatarias habituales femeninas y se da a conocer como periodista de carácter. Su artículo del día 6 (ver más adelante), recibe una carta de réplica por parte del director del Centro Instructivo y Protector de Ciegos,  situada en la calle San Bernardo 68, pidiéndole que visite esta otra institución y siga difundiendo la labor que se realiza para dignificar a las personas con esta minusvalía. Visita que realiza y que le sirve para un segundo artículo, el de 16 de noviembre (ver al final).

 

Los dos artículos resultan muy descriptivos y personales. En ellos, se está definiendo su estilo periodístico. Magda Donato no quiere escribir de "oídas" o haciendo refritos de otros articulistas. Quiere conocer de primera mano los problemas sociales e involucrarse con sus personajes. Este rasgo lo veremos que resurgirá con fuerza en sus "reportajes vividos" de los años 30.

 

También queda patente en ellos, que Magda Donato quiere que se conozcan las necesidades de estos colectivos y que se pongan soluciones. Especialmente le preocupa el futuro laboral de los niños ciegos, que hasta ese momento, no es otro que la mendicidad. Pone dramáticamente en boca de uno de sus profesores la denuncia de lo que les depara "Se necesitarían muchas Sociedades, que se ocupasen de dar trabajo a los ciegos; se necesitaría, sobre todo, que la sociedad se acordase de ellos. Y no es que yo sea ingrato, yo aquí estoy bien; pero ¿y ellos? ¿Y mis discípulos, que trabajan con voluntad, pero sin fe, porque saben que al salir de aquí les espera fatalmente la vida horrible y vergonzosa del mendigo?". Expone como periodista de información, los pocos medio con los que se dota a las instituciones que trabajan para la inserción laboral de los ciegos en Madrid, sólo 5200 pesetas, y exige que se se les dé los medios económicos suficientes, no por caridad sino por obligación: "nadie se ha preocupado todavía en España, por lo menos eficazmente, de llevar la teoría a la práctica, de establecer talleres para enseñar a los ciegos un oficio que les dé de qué comer; hasta ahora sólo se les socorre o con frases huecas y declamatorias sobre  ”la supresión de la mendicidad” o con algunos céntimos."

  

Leamos estos dos artículos. 

 

ó

 

pasemos al siguiente artículo: Magda Donato, 1918-1919. Los oficios femeninos: enfermeras, periodistas y telefonistas.

 

Edificio del Colegio Nacional de Sordomudos y Ciego, Castellana 61. Terminado en 1898. Arquitecto Ricardo Velázquez Bosco.

 

Artículo en el periódico El Imparcial,  6 de noviembre de 1917. 

 

En el Colegio Nacional de Sordomudos

----------------------------------------------

 

Todos conocemos, a lo menos por fuera, este vasto edificio de ladrillos rojos situado cerca del Hipódromo;  todos hemos sentido un pequeño estremecimiento al pasar delante de su fachada y al pensar en la suma de horror que encierran sus paredes.

 

Hay “espíritus fuertes” que afirman que los ciegos o los sordomudos por accidente necesitan un par de años a lo sumo para aceptar su cambio de condición con la indiferencia más absoluta; en cuanto a los que lo son de nacimiento, esos son tan felices y despreocupados como cualquiera de nosotros.

 

“Más felices -añaden los espíritus afligidos de pesimismo romántico-; pues no ven o no oyen las tristezas y las fealdades de la vida.”

 

Mucho he sentido, al visitar el Colegio, no compartir estas opiniones que tan cómodamente liberan a los que las ostentan de un sentimiento siempre enojoso de compasión y de pena.

 

El ala derecha del edificio está reservada a los niños; en esta hora, las doce de la mañana, han terminado ya casi todas las clases, y los niños repasan solos sus lecciones.

 

Entro en una sala donde se oye un ruido monótono de voces que parecen salmodiar: una docena de muchachos estudian el solfeo; son ciegos. Cuando el portero me anuncia se levantan, pero sin ese barullo de chiquillos traviesos que se nota en las escuelas ordinarias a la entrada de una visita. Las caras permanecen serias: todos tienen los ojos cerrados. Me acerco a un niño y le ruego solfee un poco. Y empieza: su mano izquierda deja errar los dedos sobre los agujeros en relieve del papel, y la derecha bate la medida con un gesto rígido de autómata.

 

En otra sala, unos muchachos, ya mayores -el Asilo admite asilados de seis a veinte años-, se ejercitan en tocar la guitarra; uno de ellos toca para mí una piececita que parece un ejercicio; también éstos tienen los ojos cerrados y las caras serias.

En una tercer sala el portero me presenta un hombre que acaba de cumplir su tiempo y se ha quedado en calidad de profesor de Música. Accede amablemente a mi deseo de oírle y toca al piano un «Nocturno», de Chopin, y me voy convenciendo que, al contrario de lo que yo creía hasta hoy, la música de los ciegos es como sus ojos, sin expresión.

Un ancho pasillo nos conduce al taller de sillería; a lo largo del pasillo hay puertas con un ventanillo de cristal; un ruido de pianos nos ensordece; el portero empuja algunas puertas que cierran unas cabinas blancas en las que cabe estrictamente un piano y una silla, y delante de cada piano hay un ciego que toca tan abstraído y ensimismado que ninguno se mueve ni nota siquiera nuestra presencia.

 

El maestro del taller de sillería es un ciego de ojos abiertos. Me explica que, a pesar de todo lo que puedan aprender durante su estancia en el Asilo, la mayor parte de estos ciegos no tienen luego más recurso que la mendicidad.

 

-“Ellos lo saben-me dice-; saben que la palabra «protección es hueca, que la sociedad no se preocupa de ellos, que el único aprendizaje que les es útil es el de perder la vergüenza para llegar a vivir francamente de limosna, y todo esto les desanima. Necesitarían talleres en donde pudieran trabajar directamente para los particulares, porque su trabajo es tan perfecto como el de los videntes...  -y me enseñan como prueba algunas sillas de esmerada confección-, pero mucho más lenta. Una Sociedad, el Centro Instructivo y Protector de Ciegos, se ocupa de esto; pero su vida es lánguida y su ayuda poco eficaz. Se necesitarían muchas Sociedades, que se ocupasen de dar trabajo a los ciegos; se necesitaría, sobre todo, que la sociedad se acordase de ellos. Y no es que yo sea ingrato, yo aquí estoy bien; pero ¿y ellos? ¿Y mis discípulos, que trabajan con voluntad, pero sin fe, porque saben que al salir de aquí les espera fatalmente la vida horrible y vergonzosa del mendigo?"

 

Algunos muchachos se han agrupado alrededor del maestro; le escuchan atentamente, sus caras entristecidas por las sombrías reflexiones que provocan en ellos estas desconsoladoras palabras.

 

En un pasillo me asomo a una ventana que da a un patio de recreo; hay en él una gran cantidad de muchachos que corren, juegan, se pegan, en un silencio en el que se destacan algunos gritos inarticulados; son los sordomudos.

 

Veo algunos más en el taller de modelado; todos me enseñan su obra en barro, haciéndome notar el parecido con el modelo; después de haber visto a los ciegas, éstos me parecen tener en su rostro una expresión muy tranquila y alegre. A medida que les muestro mi admiración con un apretón de manos, una sonrisa y una inclinación de cabeza, sus caras se iluminan de orgullo, y cuando salgo hacen todos un esfuerzo para articular claramente la palabra «adiós».

 

Después de haber visitado los dormitorios, bien ventilados, y las hermosas cocinas y haber probado la nutritiva comida del Asilo y su pan excelente, fabricado en tahona propia, atravieso el ancho vestíbulo para pasar al ala izquierda del edificio, reservada a las niñas.

 

En la clase de dibujo de las sordomudas, el profesor, un hombre bueno y amable, hace acercar a sus discípulas y les pide que hablen un poco conmigo; todas saben más o menos, pues abundan los cursos en que se enseña a hablar con espejos para la pronunciación labial; pero no quieren, les da vergüenza y sólo consienten en enseñarme sus dibujos. El profesor me explica que todas vienen de pueblecitos, y que, alegres y tranquilas en el Asilo, que es su verdadera casa, se entristecen al regresar con sus familias, entre gente extraña que no las entiende y las recibe como una carga,

Luego el portero me hace admirar la salita reservada a las pequeñas, tan alegre, con sus muñecas divertidas pintadas en la pared y sus objetos, entre los cuales reconozco algunos inspirados en el Método Montessori.

 

Junto a esta sala está el teatro, un verdadero teatro con telón, escena, combinación de luces, etc., y a cuya próxima función asistiré con verdadero interés.

 

La profesora de bordados me enseña delicadas labores hechas por sus alumnas, que al salir del Asilo se colocan casi todas de costureras, y lamenta que tal cantidad de labores se vaya amontonando en los armarios sin que nadir las vea ni que aprovechen a las que las hacen.

 

Estas clases tienen todas el aspecto alegre y trabajador de una escuela vulgar. En el Asilo las sordomudas son verdaderamente las felices; no tienen nada que ver con las ciegas, de los cuales su enfermedad les distancia por completo.

 

Cruzo algunos pasillos, donde algunas hermanas me saludan con una sonrisa dulce, y bajo a un patio de recreo. Aquí, en las niñas ciegas que se encuentran en él, está concentrado todo el horror del asilo.

 

El portero se acerca a una niña que, al oír voces extrañas, tiene un movimiento atroz e incierto, de miedo, no sabe dónde está el peligro ni donde está la salvación.

-No de asustes -le dice el portero- aquí hay una señorita que quiere ver lo que llevas en la mano.

 

Es una labor de ganchillo: me la deja coger, y a mis palabras de felicitación por su habilidad no contesta siquiera, temblorosa, desconfiada, con ganas tan sólo de alejarse.

Al subir del patio oigo a una niña que llama a otra: «¡Eugenia!», de pie, en medio del patio, sin saber a qué lado dirigir su voz; tiene los ojos abiertos; muy grandes, vidriosos, saltones y fijos. Eugenia la oye, y para venir hacia ella, para atravesar el patio entre algunos árboles, echa las manos hacia delante y comienza a andar, contorneando los árboles, que presiente antes de haberlos tocado. Ya cerca de su amiga, ésta también adelanta las manos, y durante un rato estas pequeñas manos de ciegas se buscan, sin encontrarse hasta que las dos niñas logran cogerse del brazo y pasean lentamente, muy serias, sin hablar.

 

Salgo del Asilo abriendo los ojos tanto como puedo, emborrachándome de «ver» y escuchando con una delicia odiosamente egoísta el ruido de los tranvías que pasan por la Castellana.

 

MAGDA DONATO

 

Taller de sillería y cestería del colegio.

 

Artículo en el periódico El Imparcial,  16 de noviembre de 1917. 

 

 

En favor de los ciegos

-------

 

Srta, D. Magda Donato.

 

Distinguida señorita: Con mucho gusto hemos leído en el Centro Instructivo y Protector de Ciegos su artículo publicado en EL IMPARCIAL del día 6, uno más de los artículos que sobre estas fundamentales cuestiones de enseñanza y cultura viene usted dando a la publicidad.

 

Buen numero de ciegos, a los cuales se ha leído el trabajo de usted -entre ellos el maestro de sillería con quien usted habló en el Colegio Nacional de Sordomudos  y de Ciegos-, han sentido  vibrar su corazón y han humedecido sus yertos ojos por las lágrimas al oír lo que usted ha escrito.

 

Dejando para otra ocasión tratar de las impresiones por usted experimentadas en su visita al Colegio Nacional, solamente hoy, tomando base para ello de algo que en EL IMPARCIAL se ha publicado en el artículo en que me ocupo, he de hacer a usted un ruego en nombre de la Junta directiva del Centro Instructivo y Protector de Ciegos, y en nombre de los ciegos todos que en este Centro, que cuenta veintitrés años de existencia, reciben auxilio material y espiritual. Este ruego es el de suplicar a usted que nos honre visitándonos, y nosotros tendremos una muy grande satisfacción, demostrando a usted los beneficios que de la actuación del Centro reportan los ciegos de Madrid que de ella necesitan y a nosotros acuden.

 

¿Quién duda que el ideal es suprimir la mendicidad de los ciegos? Pero ese sueño -como sueño es suprimir la vida mendicante-  es solamente eso: un sueño.

 

En tanto, y sin que ofrezcamos como señuelo engañador cosas de imposible realización, este Centro, con las subvenciones que recibe, las cuotas de los socios protectores y las de los socios activos ha enjugado muchas lágrimas, ha dispensado no pocos beneficios con la nueva campaña que estamos iniciando ha de aumentar en lo posible el ya positivo el indiscutible benéfico influjo de su actividad. 

 

Honre esta Casa la señorita Magda Donato; acérquese a nosotros y contribuya con nosotros a la obra de despertar, con los medios de que dispone, avalorados con su talento, la caridad en favor de los ciegos y éstos la bendecirán.

 

Venga a esta Casa, y en ella verá lo fatigoso, lo arduo de nuestra labor, los resultados obtenidos y los propósitos realizables en lo porvenir que nos animan.

 

Si así lo hace, la Junta directiva se lo agradecerá, y seguramente de tal visita han de seguirse grandes beneficios para los ciegos y una ayuda poderosísima para nosotros.

 

-Manuel Pascual, presidente del Centro Instructivo y protector de Ciegos.

 

 

Yo he ido al Centro Instructivo y Protector de Ciegos; he ido con la intención de visitar su local de la calle de San Bernardo, número 68; enterarme de sus propósitos y resultados y repetir aquí cuanto hubiera visto; he ido pensando dedicar a la visita una hora y, habiendo llegado antes de las cuatro, a las ocho no había podido todavía arrancarme el ambiente que me rodeaba.

 

Me hubiera gustado permanecer tranquila y silenciosa entre todos estos ciegos, todos estos amigos; tuve que hacer un esfuerzo para recordar el objeto de mi visita y enterarme de los propósitos y resultados de la obra; pero no tardé en darme cuenta de la desproporción que existe entre unos y otros; de los propósitos son muy grandes y hermosos; los resultados materiales obtenidos, ínfimos, casi nulos.

 

El presidente del Centro, que tuvo la atención de dedicarme las amabilísimas palabras que encabezan este articulo, es ciego; es un hombre inteligente y culto, licenciado en Ciencias físico-matemáticas. Su secretorio, el señor Villarino, el único vidente de cuantos me rodeaban, emplea la mayor parte de su tiempo y de su actividad en secundarle en la prodigiosa labor merced a la cual no desespera de realizar su ideal: suprimir la mendicidad de los ciegos, procurándoles un medio más decoroso de ganarse la vida.

 

Esto ya hace tiempo que está realizado en el extranjero; en España -es increíble, es espantoso-, el ciego que no se resigna a morir de hambre y no tiene rentas, “ha de pedir limosna”.

 

Cierto es que hay oficios accesibles a los ciegos; puede decirse que casi todos los oficios les son accesibles; pero esto aquí se reduce a la teoría; nadie se ha preocupado todavía en España, por lo menos eficazmente, de llevar la teoría a la práctica, de establecer talleres para enseñar a los ciegos un oficio que les dé de qué comer; hasta ahora sólo se les socorre o con frases huecas y declamatorias sobre  ”la supresión de la mendicidad” o con algunos céntimos.

 

Estos céntimos no debemos considerarlos como una caridad, como una limosna, sino como una parte insignificante de la deuda que tenemos pendiente con los ciegos. Odio la idea esta de la limosna; el que la hace “sin dolor” es un farsante que adquiere a poco precio la tranquilidad de su conciencia poco escrupulosa. ¿No tenemos el «deber» de aliviar los horrores do la ceguera, a los cuales se añade el de la miseria, el de la mendicidad?

 

En el Centro Instructivo y Protector de Ciegos hay un taller de sillería en una pieza en donde, bajo la dirección de un maestro, ciego también, unos ciegos aprenden el oficio de sillero. Mediante los tres reales mensuales que pagan todos los socios, el Centro da a estos obreros, en caso de enfermedad, diez reales diarios durante un mes, Para su trabajo les proporciona la paja, pero no puede siquiera proporcionarles el junco por sobrepasar el precio de éste a los medios de la caja. Por ahora este es el principal resultado materialmente apreciable obtenido en veintitrés años de lucha.

 

Pero me equivoco: lo principal en el Centro son las clases de Música; este es el oficio más provechoso para un ciego, porque es el medio más seguro que puede tener para ganar su vida, es decir, para ejercer le mendicidad. El Centro presta instrumentos a los ciegos más pobres, y tiene profesores que les enseñan a tocar la guitarra, el violín, el piano o la mandolina. Se ha llegado aquí a esta suprema vergüenza: el aprendizaje establecido de la mendicidad.

 

El Centro recibe del Ayuntamiento una subvención anual de 750 pesetas, a las cuales se añaden 500 de la Casa Real, 3.000 de la Junta de Protección a la Infancia y 1.000 de la testamentaria de la señorita doña María de Hita. Esto es, un conjunto de 5.250 pesetas anuales; esta es la cantidad con que Madrid ayuda a su única obra protectora de ciegos.

Realmente, en tales circunstancias resulta algo difícil que el Sr. Villarino pueda realizar su hermoso propósito; pero el Sr. Villarino tiene actividad, voluntad y fe; tiene, sobre todo, ideas que acaso lleguen a atraer sobre su obra la atención del público, ya que las palabras de humanidad o de compasión suelen, a veces, resultar algo huecas. Proyecta conferencias y conciertos en el local de la calle de San Bernardo, y, sobre todo, la interesantísima representación de una obra teatral escrita por un ciego e interpretada por ciegos. Y realmente, la curiosidad y la distracción son buenos caminos para llegar al sentimiento.

 

Pero si los resultados materiales obtenidos por el Centro son vergonzosos para todos nosotros, en cambio los resultados morales, los que no necesitan ayuda ni del dinero de la compasión ajenos, esos son considerables.

 

En esta Casa, que es la de los ciegos, donde todo tiende a ellos y donde se encuentran entre ellos como extranjeros que tienen su colonia establecida en un país extraño; en esta Casa los ciegos se van acostumbrando a la idea de que la muerte de sus ojos no significa la muerte de todo el cuerpo. Aquí, lo mismo los socios sencillos como los socios protectores, encuentran libros que leen sus hábiles dedos, instrumentos de música que tocan o que oyen tocar. Pero esto es lo de menos, lo que significa más que todo en este viejo local es el compañerismo, el apoyo moral, la alegría.

 

Porque el Sr. Villarino con su inagotable y fuerte bondad sabe distraer a sus amigos los ciegos, sabe alejar de ellos las reflexiones sombrías, sabe animar las cotidianas reuniones de estos hombres, que van a buscar en un ambiente muy dulce, de fraternidad y de cariño, la distracción y el olvido, que les son tan necesarios.

 

 

MAGDA DONATO

Escribir comentario

Comentarios: 0


Te encuentras ante una web en la que voy poniendo de forma ordenada los enlaces de los artículos que voy publicando en mis blogs educativos y de las presentaciones y vídeos que utilizo en mis clases. 

 

Para acceder a la información pincha sobre el enlace de cada asignatura que aparece en las pestañas superiores o en los siguientes enlaces:

  1. Arte e Historia.
  2. Geografía de España.
  3. Historia de España.
  4.  Hª Contemporánea (1ºBac. y 4º ESO)
  5.  Cultura Clásica.
  6. IB HISTORIA NM

A continuación, busca lo que te interese en el índice que te aparecerá en la barra lateral derecha. 

 

Para contactar conmigo

Por favor inserta el código:

Atención: Los campos marcados con * son obligatorios.

  

Aviso Legal

_________________

 

Algargos, Resumen Jimdo es una web que tiene como único objetivo su uso educativo o didáctico.

Tanto los textos como las imágenes mostradas son de contenido público en cuanto que están obtenidas de internet.

Es posible que existan imágenes o párrafos de texto con copyright y que cito, en la medida de mis conocimientos. Si los utilizo es de acuerdo a estos criterios:

- que son de importancia académica;

- que los exhibo con fines informativos y educativos, nunca comercial;

- y que son fácilmente disponibles en Internet.

En el caso de poseer los derechos de los textos o imágenes aquí compartidos y no estar de acuerdo con su uso didáctico en esta web, por favor, comuníquenmelo.