A mediados del siglo XV, los distintos reinos peninsulares viven momentos y situaciones muy diferentes. Castilla y Aragón salen muy fortalecidos del proceso reconquistador, especialmente el primero. Portugal ve en el Atlántico un ámbito propicio para su expansión, más de carácter económico que militar, mientras que Granada y Navarra apenas pueden luchar sino por mantenerse, frente al creciente poder de sus vecinos.
Especialmente delicada es la situación del reino nazarí de Granada. Ultimo reducto islámico en una Europa cristiana, los gobernantes de la vieja ciudad de la Alhambra se ven forzados a pagar tributo a los reyes castellanos y a defenderse de sus cada vez más frecuentes incursiones, recordando con añoranza pasados tiempos de esplendor. Hecha para el disfrute de los sentidos, la magnífica Alhambra de los palacios y los patios, de los jardines y las fuentes verá con resignación cómo la conquista cristiana de Granada marca el comienzo de importantes modificaciones que habrán de suceder sobre su recinto. Por encima de todas, destacará el Palacio que mandará construir Carlos V, quien pretendió con este edificio levantar el gran centro político y residencial de su Imperio.
El reinado de los Reyes Católicos supone la unión formal de las Coronas de Castilla y Aragón y el comienzo de la expansión a todos los niveles de estos reinos, tanto por tierras del Viejo Mundo como del Nuevo. Castilla conquista Granada, anexiona Navarra y emprende sus exploraciones atlánticas, siguiendo la estela de Portugal y empujada por los continuos avances técnicos. Los viajes de exploración, primero de todos el llevado a cabo por Colón, producen el contacto con nuevas tierras y gentes situadas en el occidente atlántico. Se trata de un nuevo continente que será conocido como América y que a partir de este momento comenzará a ser explorado y colonizado, dando lugar a un doloroso encuentro entre dos mundos diferentes....